MUSICALES



Chucho Valdés 

EL ARTE ESTÁ POR ENCIMA DE LA POLÍTICA

     El pianista y director Chucho Valdés pasó este otoño por Málaga y Granada. Considerado el pianista vivo mejor dotado de esta música por muchos sectores de la crítica, es el único músico cubano residente en la isla capaz de ser reconocido como genio hasta por la industria norteamericana, que le ha concedido cuatro premios Grammy y lo incluye habitualmente entre sus nominados. La música está por encima de la política, asegura, e incluso por encima de los gustos y estilos: ha hecho jazz, latin, salsa, bailables, boleros y su último disco es estrictamente una grabación de música clásica.

 Su padre Bebo participó en este Festival hace dos años. Él decía que usted tocaba el piano ya a los tres años.  

  - Eso dice mi padre, y Cachao que iba por allí. Yo no me acuerdo (risas) pero sí que desde que uso de razón yo toco el piano. Pero el piano es un instrumento muy difícil y no terminas nunca de aprender.

 - Sus conciertos tiene fases absolutamente volcánicas, explosiones que casi parecen incontrolables ¿Cómo nota esa frenética actividad improvisatoria?

 - Yo normalmente pienso en el tema que estoy tocando y empiezan a venir ideas. Y sí, paso por todos los caminos. Con la historia del minimalismo tengo mis dudas: los seres humanos son diferentes y cada uno se expresa de una manera diferente, unos hablan tranquilamente y otros más apurados. La improvisación es un discurso igual. Yo creo que cuando hablas lo puedes hacer de todas formas según tu estado de ánimo, mi concepto tocando es ése. Hay quien piensa que el minimalismo es la esencia. Yo digo que Art Tatum fue un genio del piano virtuoso y se expresaba y entendía a altas velocidades, pero Monk era otro genio infinitamente más económico. No hay patrones. Ahora, los pianistas que van veloces pueden hacerlo despacio, lo otro está por demostrar.

 - Minimalismo el del acompañamiento a su padre en la película Calle 54, no se sabía si tocaba o escuchaba.

 - En ese momento hacía tanto tiempo que no tocaba con mi papá que ciertamente escuchaba. El primer dúo con él lo hice en 1960, la siguiente fue la de la película, cuarenta años después. Yo no quería tocar, sólo acompañarle suavemente para disfrutar de su compañía, ya que ignoraba cuando volveríamos a poder tocar juntos. 

- De usted siempre alaban su técnica ¿talento o formación?

 - El talento se tiene y la formación se adquiere, Chano Pozo y otros muchos eran talentos naturales, pero yo además de músico soy maestro y profesor, y creo que se necesita dominar también el lenguaje para poder decir cosas. Por contra la técnica sola es algo vacío, mejor ambos a la vez, pero si hay que elegir prefiero una idea buena a una técnica hueca.  

- El latin jazz tuvo su esplendor en los años cuarenta y de nuevo en la actualidad ¿como ha sido ese trasiego?  

 - En los años cuarenta pasó una de las cosas más bonitas de la historia de la música, el afrocuban jazz, porque eran músicos cubanos (Mario, Chano...) en los Estados Unidos los que lo hicieron. En los sesenta y setenta se perdió un poco la cosa, vino la fusión, Santana por ejemplo, un gran músico pero con proyección más comercial. En Cuba mientras salimos Irakere, rompiendo con todo esto y continuando desde el punto donde lo habían dejado los mayores. Irakere fue el primer grupo cubano que desde 1960 salió a Estados Unidos, donde se desconocía lo que se hacía musicalmente en la isla. Irakere fue una sorpresa por la evolución rítmica que ofrecíamos y en Estados Unidos se habla de un antes y un después de Irakere, que fuimos punto de partido para muchos grupos. La última experiencia fue el grupo Crisol con Roy Hardgrove, una banda de cubanos y puertoriqueños y norteamericanos y que hizo ‘boum’ en todos sitios, estaba bueno de verdad, nos dieron un Grammy. Se lo digo a Roy: lo dejamos cuando el filete estaba mejor para comérselo (risas).  

 - Irakere es una escuela que todo el que ha pasado por allí lleva casi tatuada en la frente.

 - Todos y cada uno de los que pasamos por Irakere éramos desconocidos cuando llegamos, Irakere es un laboratorio de supermúsicos. Paquito, Sandoval, Maraca, Angá, Cortés...Irakere está reconocido como lo que fueron los Messengers de Art Blakey o el quinteto de Davis, sitios donde la gente llega y después rompe. Es mi orgullo que se reconozca el trabajo y el aporte de treinta años de música. 

- Pero usted también ha hecho lo que luego han llamado salsa.

 - Hay una raíz común entre las islas del Caribe: la misma raíz africana y española. Los ritmos son parecidos y desde los años veinte la música que se hizo más famosa fue la cubana, el son, el guaguancó, el chachachá, el mambo... a esta música en los sesenta se le llamó Salsa, una etiqueta comercial. Tito Puente decía que la salsa es lo que se le echa a la carne (risas)

 - Lo que nos llega de Cuba es sobre todo los abuelitos, rap y la timba ¿Qué ocurre con los jóvenes nombres del jazz cubano, por hablar de pianistas sólo, dónde están  los Carcassés, Tony Pérez, Nussa, Fonseca...?

 - Yo quiero que usted sepa que soy mecenas de todos estos jóvenes músicos, en sus CDs siempre hay comentarios favorables míos, a Tony por ejemplo lo puse incluso de pianista suplente en Irakere. Pero yo recuerdo que cuando empezaba me preguntaba ¿Hasta cuándo? Esto es un proceso muy lento. Soy también el presidente del certamen Jojazz, al que se presentan todos los chicos jóvenes de la Habana con sus grupos y van al festival Plaza. Ya digo es lento.

 - Hablamos de los jóvenes ¿Pero qué opina de la explosión de todas las viejas trovas que en Cuba han sido?

 - Los viejitos se lo merecen. Hablamos de los años veinte y treinta cuando se hacía la música cubana tradicional, son las raíces y a las raíces se vuelve. Pero esa música se paró hace décadas, ahora ha salido de nuevo con mucha frescura y ha ocupado el sitio que había perdido. Es justo, pero no es la música que se hace en Cuba ni la que oyen los jóvenes.  

 -Usted se presenta solo, con Irakere o en cuarteto ¿Qué criterio hay de presentaciones?

 - Irakere es una digamos Big Band con un estilo definido sobre percusiones afrocubanas, y donde mi trabajo es componer y arreglar, el piano ocupa allí un espacio muy reducido por que es una banda donde hay que compartir. El cuarteto es una idea sobre la evolución y la fusión de los ritmos cubanos con otros que no lo son, con bases diferentes e incluso con diferentes tiempos, y aquí hemos logrado cosas buenísimas rompiendo con la obligatoriedad de la clave cubana, pocos grupos de latin rompen tanto la métrica y la dinámica. Ahora, el trabajo del piano solo es lo que mi maestra de piano quería, es lo que más me gusta casi  

 - Ahí se enfrenta también a los clásicos como en su último disco ¿con qué punto de vista?

 - Ahí hay un vacilón. Cuando mi maestra Zenaida Romeu se iba al baño yo cogía un preludio de Chopín armonizado a lo cubano y metiendo improvisaciones ¡y ella se enfadaba! Pero luego me pedía que lo repitiera y le gustaba. Chopin era muy adelantado, Bill Evans tiene mucho de él, cuando toco a Evans noto que hay muchas cosas de Chopín. Yo toco a los clásicos como creo que sonarían hoy de haber vivido.

 - Brandford Marsalis me dijo que él utilizaba su Grammys para sujetar los libros ¿Qué hace usted con los suyos?

 - (risas) Qué cómico. Qué pasa, que para un cubano es muy diferente. Es muy difícil para un cubano llegar a esos premios de los Estados Unidos por razones de todos conocidas, y le damos otros valores. Aquí el arte está por encima del política, son dos historias diferente. Yo de joven lo veía imposible, jamás pensé ganar uno sólo, y cuando nos lo dieron a Irakere aquello fue de risas y llanto, de alegría y tristeza. Los cuatro que tengo y el doctorado honoris causa por la Universidad de Canadá son valiosísimos premios para mi.  

 Tomado de la revista Jazz Andalucía en Internet,  www.andaluciajazz.com

                                                                                                                                                           (atrás)